martes, 23 de septiembre de 2008

La hoja en blanco - Esteban Pinotti


Con una molesta virginidad desafiante, la hoja en blanco espera. Es a un tiempo desafío, ansiedad, condena y posibilidad. Espera y acecha simultáneamente. Es potencia de ser arte, pero no se anima. Puede convertirse en el sueño compartido de un poeta, que desafía la capacidad de transmitirse, de desnudar su centro, su médula a través de la destreza de empuñar la espada de las letras. Es una sola, permanente y universal. La misma hoja en blanco se fue transformando a través de los tiempos. Toda creación tuvo su momento de origen, su estado larval, su estado inmaculado. Cada una de las geniales sinfonías de Beethoven, los profundos conciertos de Brahms, las partitas de Bach, los increíbles lienzos de Leonardo, las mágicas pinturas de Miguel Angel, el fausto de Goethe, cada endecasílabo que prolijamente urdió Borges, cada uno de los cuentos de Cortázar, las novelas de García Márquez, las ideas de Nietzsche, todas estas maravillas, compartieron en su génesis la misma esencia. Todas fueron lo mismo: una simple hoja en blanco. Sin importar el nivel de genialidad, inspiración o destreza, toda frase, toda poesía, todo cuento, toda novela tuvo su primera palabra, la primera letra que tras un acto de valor, manchó el lienzo. Cuando la hoja cae en las manos de un artista indefectiblemente debe renunciar a su propia naturaleza para convertirse en una obra de arte. Su destino es incierto. Su metamorfosis es tan inevitable como esencial para entender que es esa su verdadera razón de ser. Transformarse. Este mismo borrador, hace instantes fue también una hoja en blanco, que ahora sueño con que en su metamorfosis sepa convertirse en una antorcha cuya llama anime a algún distraído lector a lanzarse al desafiante juego de la escritura. Creo que todo asiduo lector sueña en el fondo de su corazón poder transmitir una idea, una emoción, un sentimiento, de manera tal que otro ser humano la capte tan vividamente como el la está vivenciando. Esta es mi invitación y el desafío ya está planteado. Estoy convocando al escritor que puede estar allí, escondido detrás de esa pasiva actitud de lector, para que se anime de una vez a empuñar su pluma y comience, como todos lo han hecho alguna vez, a dar un primer paso hacia el abismo de crear algo propio de la nada. Toda hoja en blanco puede transformarse en una obra (buena o mala), pero detrás de ese acto hay un hecho mucho más trascendente, que es la profunda transformación ontológica, de "ser lector" en "ser escritor".

Esteban Pinotti.

1 comentario:

David Reyes dijo...

Me gusta lo que escribió mister.
Pos esta chido, XD

me gusta esta parte
"Cuando la hoja cae en las manos de un artista indefectiblemente debe renunciar a su propia naturaleza para convertirse en una obra de arte. Su destino es incierto. Su metamorfosis es tan inevitable como esencial para entender que es esa su verdadera razón de ser. Transformarse"

Llevado esto a lo que me sucede en este momento creo que todo situación es una renuncia de destino incierto. Como si nuestras circunstancias fueran un libro y en cada momento nos encontramos con la siguiente página en blanco, y es que hay que seguir escribiendo.

Un abrazo amigo y gracias por iluminar las cosas